
El supuesto práctico en las oposiciones docentes es, sin duda, la parte más incierta del proceso. A diferencia del temario o de la programación didáctica, en esta prueba el aspirante se enfrenta a un enunciado imprevisible que pone a prueba su capacidad de análisis, adaptación y toma de decisiones. Por eso, llega el momento de confiar en todo lo trabajado durante los meses previos y evitar errores de principiante que pueden marcar la diferencia.
El temario está claramente definido, y aunque no existe un desarrollo oficial, quien ha seguido una preparación con academia o preparador cuenta con materiales que incluyen los contenidos básicos e imprescindibles, en los que se suelen sustentar los criterios de valoración de los tribunales. La programación didáctica es, probablemente, la parte más segura de todo el proceso: se elabora durante semanas y constituye la apuesta personal del aspirante sobre aquello que sí puede controlar. Por su parte, la exposición de la unidad didáctica o situación de aprendizaje introduce el factor suerte en el sorteo, aunque, si se ha trabajado bien, todas las posibilidades deben estar previstas. La incertidumbre, aquí, reside más en si se extrae o no la «bola preferente».
El mayor grado de incertidumbre lo aporta, sin duda, el supuesto práctico. A pesar de haberlo ensayado con rigor, nunca se sabe qué pedirá exactamente el enunciado ni qué enfoque será el más adecuado para resolverlo.
Es habitual que, tras la prueba, muchos opositores comenten que «el supuesto era muy largo». Esta percepción puede deberse tanto a la dificultad real como a una tendencia a querer volcar en el examen todo lo que se ha preparado, aunque no encaje bien con lo solicitado. Lo importante es no renunciar al trabajo previo, que debe haber permitido construir una estructura de resolución sólida, pero ser capaz de tomar decisiones clave: identificar lo verdaderamente importante del enunciado y redactar una respuesta coherente con los criterios de valoración establecidos por el tribunal.
Además, conviene recordar que el tribunal valora no solo los conocimientos, sino también la capacidad del aspirante para interpretar lo que se le pide. En ese sentido, demostrar criterio, claridad y coherencia puede marcar la diferencia frente a respuestas extensas pero mal enfocadas.
Pongamos un ejemplo: un aspirante que no tiene previsto hacer referencia a programas educativos autonómicos, pero que en el acto de presentación se entera de que el tribunal valorará expresamente esa mención, deberá —aunque tenga una matriz de resolución definida— realizar un reajuste consciente e incorporar esa referencia. Esto exige una mentalidad abierta y una capacidad de reajuste que le permita adaptar lo preparado a lo que se le solicita en ese momento. Esta flexibilidad es clave en el desarrollo del supuesto práctico, ya que demuestra al tribunal que el opositor sabe aplicar lo trabajado con sentido y criterio.
Desconocemos si el supuesto práctico será largo o no. Lo que sí es cierto es que, en tiempos de inteligencia artificial, quien redacta las pruebas puede verse tentado a recurrir a esta herramienta para elaborar enunciados, incluso simulando cuánto se tardaría en escribir a mano una resolución. Sin embargo, estas estimaciones pueden ser engañosas y no siempre se ajustan al tiempo real que un aspirante necesita para leer, interpretar, estructurar y redactar una respuesta de calidad bajo presión.
En una oposición, el aspirante debe hacer algo parecido a lo que hace un docente en el aula: aunque lleva preparada su sesión, observa al alumnado, detecta necesidades concretas y adapta sobre la marcha lo que había previsto para responder mejor a la realidad del grupo. Del mismo modo, con la estructura de resolución trabajada, el opositor debe leer con inteligencia, detectar lo esencial y adaptar su propuesta para que encaje en el tiempo disponible, aunque eso implique dejar fuera ideas que ha preparado pero que resultan irrelevantes para el enunciado. Porque lo importante no es demostrar cuánto sabes, sino cuánto sabes aplicar. Este enfoque es lo que puede marcar la diferencia en una prueba tan determinante dentro de las oposiciones docentes.
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