
En el proceso de elaborar una programación didáctica, el modo en que se estructura y se conecta el aprendizaje tiene una enorme influencia en la coherencia y el impacto educativo del proyecto. No se trata solo de cumplir una normativa o de organizar unidades didácticas, sino de dar sentido pedagógico a lo que ocurre en el aula. En este punto, suele surgir una duda habitual entre los opositores: ¿es mejor basar la programación en centros de interés o articularla a través de un hilo conductor?
Ambas opciones son válidas y pueden generar experiencias de aprendizaje significativas, pero conviene entender bien qué aporta cada una y cómo se diferencian en la práctica.
El centro de interés: partir de lo que motiva al alumnado
La idea de centro de interés tiene su origen en la Escuela Nueva y en la pedagogía de Decroly, quien defendía que el aprendizaje debía organizarse a partir de los intereses reales del niño y de su observación de la realidad. Bajo este enfoque, el docente selecciona un tema central, próximo o atractivo para el alumnado, y en torno a él gira toda la propuesta educativa: las unidades, las actividades y los recursos.
Un centro de interés permite un aprendizaje interdisciplinar, integrando diferentes áreas bajo un mismo marco temático. Por ejemplo, un proyecto sobre «El mar» puede servir para trabajar contenidos de Ciencias, Lengua, Matemáticas o Educación Artística desde perspectivas diversas.
El hilo conductor: coherencia narrativa y continuidad didáctica
Por su parte, el hilo conductor no es un tema en sí, sino una estructura narrativa o conceptual que dota de coherencia a toda la programación. Se trata de una idea, un personaje, un reto o una metáfora que enlaza las unidades didácticas, ayudando a construir un relato continuo que da sentido al aprendizaje y de coherencia a la defensa que el aspirante realiza ante el tribunal en la segunda prueba de la oposición.
Mientras el centro de interés organiza los contenidos/saberes básicos en torno a un tema, el hilo conductor los enlaza y les da progresión. No responde tanto a «de qué hablamos» como a «por qué y para qué lo aprendemos». De hecho, una programación puede tener como referencia un centro de interés (por ejemplo, «el universo») y estar defendida mediante un hilo conductor (por ejemplo, «un viaje interplanetario en busca del conocimiento»).
Ejemplo: una programación de Ciencias de la Naturaleza con Julio Verne como centro de interés
Imaginemos una programación didáctica de Ciencias de la Naturaleza para el tercer ciclo de Educación Primaria cuyo centro de interés sea «Los viajes extraordinarios de Julio Verne». A partir de las novelas del autor, el alumnado se sumerge en una aventura científica que atraviesa mares, tierras y cielos.
Cada unidad aborda los contenidos o saberes básicos curriculares desde una obra de Verne, fomentando la curiosidad, la lectura y la relación entre ciencia y literatura. El centro de interés —Julio Verne y la exploración científica— vertebra toda la propuesta y despierta la motivación del alumnado.
El hilo conductor como defensa de la programación
Ahora bien, a la hora de defender esta programación en una oposición, conviene ir más allá del tema y explicar el sentido global del recorrido educativo. Aquí entra en juego el hilo conductor.
En este caso, el hilo conductor podría formularse así:
«Un viaje científico y literario por los límites del conocimiento humano, guiado por la curiosidad y el espíritu explorador que caracteriza a Julio Verne».
Ese hilo no se limita a conectar las unidades, sino que explica el propósito formativo de toda la programación: fomentar la curiosidad científica, el pensamiento crítico, la observación y el respeto por el conocimiento. Además, proporciona una coherencia emocional y narrativa, facilitando que el alumnado perciba cada unidad como una etapa de un viaje común.
Durante la defensa, este enfoque permite argumentar que el hilo conductor dota de continuidad a los aprendizajes, evita la fragmentación del currículo y favorece la transferencia de conocimientos entre contextos. No se trata solo de «temas inspirados en Verne», sino de una experiencia educativa en la que la ciencia se convierte en aventura y el aula en un laboratorio de exploración.
En síntesis
Elegir entre ambos no es una disyuntiva excluyente (tampoco es una obligación): un buen centro de interés necesita un hilo conductor sólido que le dé sentido didáctico. Y una programación con hilo conductor se enriquece cuando nace de un tema apasionante que conecta con la mirada del alumnado. En definitiva, programar con sentido es enseñar a explorar.
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