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Cómo gestionar el tiempo en la prueba escrita del tema en las oposiciones docentes

7 de abril de 2025

En una oposición, como en cualquier examen al que nos hemos enfrentado a lo largo de nuestra trayectoria académica, uno de los mayores desafíos es la gestión del tiempo. Las pruebas tienen una duración limitada y, si no fuera así, sería mucho más sencillo demostrar lo que realmente sabemos o recordamos, sin el estrés añadido del cronómetro. Por eso, aprender a gestionar el tiempo es un factor de primer orden en la preparación. Porque no se trata solo de cuánto sabemos, sino de cuánto somos capaces de plasmar por escrito en el tiempo disponible.

Esta gestión se entrena a partir de dos principios fundamentales. El primero: tener una estrategia clara sobre qué escribir. En las oposiciones de ingreso a los cuerpos docentes no se redacta un tema cerrado, sino que partimos de unos enunciados oficiales que dan lugar a los epígrafes principales a desarrollar. El segundo principio: conocer cómo distribuir el tiempo entre las distintas fases que componen la ejecución del ejercicio escrito.

Para lo primero, es esencial ponerse en la piel del tribunal y comprender los criterios con los que evalúa. Conocer los entresijos del funcionamiento interno de un tribunal marca la diferencia. No es casualidad que un funcionario de carrera que ha formado parte de un tribunal afronte con ventaja un futuro proceso selectivo: sabe con certeza qué se valora. Lo mismo ocurre con quienes preparamos oposiciones: la perspectiva cambia por completo cuando se ha vivido esa experiencia desde dentro.

Respecto a la distribución del tiempo, conviene tener previamente elaborado un listado de preferencias de temas. Esto permite tomar decisiones rápidas y eficaces en el momento del sorteo. Dejar esa elección para el último instante, sin una reflexión previa, no es recomendable: el tiempo que se emplea en decidir se pierde para escribir.

Antes de lanzarse a redactar, es muy útil dedicar unos minutos a realizar un esquema en sucio. Ordenar las ideas es esencial, incluso aunque el tema se tenga muy reciente. Siempre recomiendo este paso: es como hacer la lista de la compra antes de salir. Aporta seguridad, estructura y evita que olvidemos puntos clave. Entre la elección del tema y la elaboración del esquema, no deberíamos invertir más de ocho minutos.

A partir de ahí comienza el desarrollo del tema. Aquí es fundamental tener automatizada la estructura: introducción, epígrafes principales para el desarrollo, conclusión y, por último, bibliografía o referencias. Este último aspecto merece un artículo aparte para abordar cuántas y cuáles incluir según el enfoque del tema.

Esta fase central debería ocupar unos 100 minutos, pudiendo extenderse como máximo hasta los 105.

El tiempo restante ha de destinarse a una breve desconexión antes del repaso final. Esta lectura atenta de lo escrito es clave para detectar errores y evitar faltas de ortografía que puedan penalizar la calificación. Dedicar uno o dos minutos a mirar al horizonte, tomar aire y después leer lo redactado con calma puede marcar la diferencia, especialmente cuando entre los criterios de evaluación se contempla expresamente la penalización por errores ortográficos.

En definitiva, se trata de una estimación que requiere práctica. Por eso es tan importante incorporar simulacros a la preparación, en condiciones lo más similares posible a las del día del examen. Abril es un mes clave: se recomienda hacer al menos un simulacro cada quince días. En mayo, lo ideal es uno por semana, a la misma hora que se celebrará la prueba. Y, por último, conviene dejar una semana libre de simulacros antes del examen real, para evitar llegar saturados al día que de verdad cuenta.

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